Ha fallecido esta tarde Ramón Chamorro Moliner toda una institución dentro del ciclismo nacional, DEP ¡señor!
La figura de Ramón Chamorro, más conocido por Moncho, se debe encuadrar dentro de esa gente que dedicó gran parte de su tiempo a apoyar el deporte de forma desinteresada. No con la ilusión de sacar campeones, sino en su parte más lúdica. Es decir, pasar un buen rato, hacer amigos, conocer lugares y gentes diferentes, contagiarse de la esencia del deporte amateur, sin pensar en más.
A continuación reproducimos un fragmento del libro Impulsos Del Deporte Vallisoletano donde se relata la relación de Moncho Moliner con el ciclismo.
La aportación de Moncho Moliner (17-4-1936) al mundo de la bicicleta es directamente proporcional a la sorprendente afirmación que sale de su boca. «A mí realmente no me gustaba el ciclismo, sólo me complacía ganar». Pero es que Moncho, al que no se le conoce afición anterior, apareció un buen día en una carrera y luego en otra y en otra hasta que el pelotón le envolvió para sus «adentros». Y todo ello mediante un vaso comunicante muy especial: la Semana Santa vallisoletana. Lo cierto es que Moliner pertenece a esas personas emprendedoras y activas al que cualquier cosa le parece factible. «Un grupo de amigos habíamos fundado una cofradía: «Nuestro Padre Jesús Resucitado. Nuestra Señora de la Alegría «, de la que era yo presidente. En vísperas de Semana Santa, el vicepresidente de esta cofradía, Manolo Jiménez, que a su vez lo era de un equipo ciclista, me dice que tenía que acudir a la primera carrera de ese año y, como necesitábamos vernos, quedamos allí… No vi la carrera ni nada, pero lo que sí me acuerdo era que ganó por primera vez y con 15 años un chaval llamado Javier y de apellido Mínguez».
El domingo siguiente la cita fue en Burgos, y el siguiente en Santander… y nuevos triunfos. Con Germán Iglesias Salamanca de presidente, formaron este equipo, el Club Valladolid Ciclista: Tomás Nistal, Jesús Martín, Alfredo Herrero, José Luis Alba y Javier Mínguez. Eran los primeros años de los ‘60 y Moncho Moliner no se esperaba que poco después y ya bajo el patrocinio de Sava y Antonio Blanco, el entrenador de este conjunto, pensaran en él para sustituirle en esas labores. «Apenas sabía nada de ciclismo así que le pregunté a Antonio qué es lo que había que hacer. El me dijo textualmente: «Que se suban a la bicicleta y que anden, que no se paren». Yo me daba cuenta de que eso no podía ser todo, así que en la primera ocasión que tuve hice un curso en Madrid». Fue, concretamente, el primer curso de entrenadores nacionales de ciclismo y Moncho sacó el número uno de esa pionera promoción.
Pero tener la licencia número uno de director deportivo en el panorama nacional no varió su forma de entender este deporte. Continuó ligado al Sava. Más a gusto y con más satisfacciones en las categorías juveniles que en las de aficionados.
La sucesión de años le hacen transcurrir a otros equipos: Mobilete, Volvo … aunque su labor de director de jóvenes valores seguía en auge. Su huella comienza a dejarse ver en el «Moliner» que llegó a tener equipos en las categorías cadetes, juveniles, aficionados y profesionales (con el empujón que le dio la empresa francesa Vereco).
Quizá uno de los episodios más curiosos de su larga trayectoria fue la incorporación de un jovencísimo Pedro Delgado a esta escuadra. «Yo ya le había echado el ojo. Fuimos a Segovia, junto al periodista José Miguel Ortega, comimos con él y firmó por nuestro equipo con 15 años. Su padre me exigió para darla autorización que me tenía que preocupar de que aprobase el curso, así que yo a su vez le prometí a «Perico» que si entre junio y septiembre lo «sacaba» todo le llevaba a la Subida de Montjuic . Suspendió Francés y con el billete a su nombre, le dije: «Te quedas en casa y en tu lugar va Bayón «».
Otra anécdota que nos relata Moncho Moliner de sus inicios: «Se organizaba una carrera en Madrid en el Parque del Retiro, el «Trofeo Chico Pérez» para categorías de edades, -todavía no existían los nombres de alevines, infantiles ya que no había licencias-. Narciso me dijo que si no me importaba ir con Ángel Ortega, para verlo y hacer algo similar en Valladolid. Lo cierto es que nos fuimos la víspera, salimos a dar una vuelta y la noche se hizo larga… Cuando nos levantamos fuimos a la carrera y allí ya no había nada. ¿ Y qué hacemos ahora?, nos preguntamos. No te preocupes, le dije yo a Ángel. Como yo he estado otros años vamos a decirle a Narciso que hay esto y esto… Llegamos a Valladolid y él nos estaba esperando. ¿Qué tal os ha ido?, nos preguntó. «¡Como te hubiera gustado estar! El ambiente, los chicos… «,-contestamos todo «panchos»-. En ese momento nos llamó de todo, porque lo cierto es que la carrera se había suspendido».
Han pasado por sus manos y entre muchos más, nombres tan ilustres como los Perico Delgado, Ángel Arroyo, Alberto Fernández, Tomás Nistal, el único español que logró vencer un sprint a Eddy Mercks, Lale Cubino, Camarillo, Lopez Carril, Ruperez, Alberto Fernández.. O el ex director profesional, Manolo Sáiz, del que afirma, sin reparos Moncho: «Fue corredor mío y era malísimo, aunque ahora está realizando un gran trabajo».
Pese a su currículo, Moliner no tiene la receta mágica para elaborar lo que podría ser un buen director de equipo: «Aquí valdría la frase de que cada maestrillo tiene su librillo y que muchas veces influye la suerte. La clave de los éxitos creo que podría estar en tener un orden en todas las cosas que se hagan, cuidarse físicamente en los entrenamientos… ¡Digo yo! Porque algo tendrían que ver las charlas, el dar confianza al corredor.
Moncho Moliner ni siquiera se planteó nunca ser director profesional, porque el mundo de la bicicleta lo entendió como una afición o un hobby. Es por eso que cuando el ciclismo comenzó a dispararse en cifras económicas, Moliner, que confiesa que «en mi vida he ganado un duro en esto», vio que ese no era ya su sitio.
Igual que llegó se fue. Con la misma sobriedad de una procesión del Viernes Santo aunque dejando un reguero: de corredores que le recuerdan como lo que fue: el primero, de entre los primeros de los directores de equipo. Con ellos, con muchos de ellos, sigue manteniendo una relación basada en el respeto y el cariño. En todos, y en la gente que conoce y conoció a Moliner, sí quedaron grabadas las directrices de un hombre que declaró públicamente que el ciclismo le aburría y que sólo le gustaba la victoria de sus equipos, por otro lado siempre punteros. «Muchos se reían conmigo porque cada inicio de temporada siempre decía: Este año tengo un equipo mucho mejor que el del año pasado».
Amante de ese ciclismo heroico de antes, ajeno a los problemas actuales del doping, Moliner guarda como uno de sus mejores recuerdos cuando su equipo (Moliner Vereco), aunque con el nombre de la selección española, acudió a correr la «Vuelta a Jalisco (Méjico)». La victoria final fue el broche de oro, pero es que las circunstancias para que ésta se produjera incrementaron con creces su valor hasta hacerla llegar a tintes épicos. «El prólogo de esa carrera no era obligatorio correrla pero nosotros, que acabábamos de llegar, según aterrizó el avión nos fuimos cambiando en los coches para tomar parte de la salida. Sin haber dormido, sin hacer caso a la altura (2.000 metros) ni al «jet lag», vencimos también esa etapa».
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