Hace unas semanas, al hilo de la anulación de la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo, escuché una entrevista a la madre de Olga Sangrador, una niña de 9 años que fue asesinada por Valentín Tejero. Vaya desde aquí mi total apoyo y solidaridad para la familia de Olga.
Lo que me llamó la atención de la entrevista fue una frase que pronunció la madre y que venía a decir que «su hija había sido asesinada, que no se había muerto por enfermedad, ni la había atropellado un coche…». Cuando escuché esto me vinieron a la cabeza varios nombres como Miguel Ángel Fraile, Diego y Sergio García, Iñaki Lejarreta, entre otros muchos. A ellos también les asesinaron, aunque fuera a los mandos de un coche. No creo que el dolor de sus familias sea menor que el que sufren los de otras víctimas de actos violentos.
Aunque la situación a ido mejorando a lo largo de los años, la sociedad sigue siendo muy condescendiente con los terroristas del asfalto. Sí, terroristas y asesinos, porque no se me ocurre otro nombre para los que juegan con la vida de los demás.
Ahora nos enteramos de que el gobierno ha concedido en lo que va de año ocho indultos a otros tantos condenados por delitos contra la seguridad vial, incluido un kamikaze que mató a un chaval de 21 años en la AP-7. Ese asesinato se ha saldado con 4.000 € de multa. ¿Es esto justicia?
Mientras la sociedad no reaccione y no asuma ni una víctima más, seguirá habiendo miedo para circular en bici por la ciudad, los niños no podrán jugar en la calle y cualquiera puede ser atropellado mientras cruza la calle, porque aunque sea la frase más recurrida cuando los ciclistas nos quejamos, a diario veo a coches saltarse semáforos a más de 50 km/h.
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